Publicamos la parte del documento sobre las revoluciones en norte de África y Medio Oriente sobre Egito votado en el Xº Congreso de la LIT realizado entre 29 de octubre y 5 de noviembre 2011El derrocado régimen egipcio venía de los años 50 cuando, después del derrocamiento del rey Faruk, en 1952, los oficiales libres tomaron el control del Estado egipcio. En ese contexto, Nasser fue el típico gobierno bonapartista sui géneris. Se apoyó en las masas en sus enfrentamientos con el imperialismo y estuvo al frente de conquistas nacionales importantes, como la nacionalización del Canal de Suez. Por eso, hasta hoy es recordado como héroe y el ejército egipcio aún guarda esa imagen de lucha por la independencia. Nasser, por otro lado, mantenía un control absoluto de la vida política, reprimió a los sindicatos y a los comunistas, al mismo tiempo en que cooptaba a numerosos líderes sociales. Era un régimen bonapartista, que reprimía cualquier intento de organización independiente y en donde no había libertades democráticas para la oposición.
Ya en los últimos años de Nasser, se podía verificar un retroceso en el sentido nacionalista y una negociación con el imperialismo encaminada a volver a ser una típica colonia. Pero ese giro no lo completó Nasser, sino su sucesor: Anwar Sadat. Este personaje firmó la paz con Israel y entregó la lucha de los palestinos, pasó a colaborar directamente con el ejército de los EUA y con Israel. El régimen se mantuvo en la férrea censura y represión, en una dinámica de colaboración con el imperialismo. Con Sadat, Egipto pasó a ser una pieza clave del esquema de sustentación del orden imperialista en la región. Asesinado Sadat, lo substituye Mubarak, que era el vice y el comandante de la Fuerza Aérea. Egipto, entonces, continuó siendo un pilar del orden imperialista y un reaseguro de las fronteras de Israel. Aquella fue una victoria importante del imperialismo y de Israel, que consiguió contar con la colaboración de Egipto para vigilar las fronteras de Israel y colaborar en la represión a los palestinos en Gaza, al tiempo en que presionaba a la OLP a capitular al estado sionista.
Teniendo en cuenta este trajinar histórico, la poderosa revolución de inicios de 2011 conquistó un tremendo triunfo al derrocar al dictador Mubarak y al régimen que venía desde 1950.
En Egipto se cumplieron los dos criterios para definir que cayó el régimen político, a pesar de que sigan formalmente en el gobierno las fuerzas armadas:
a- Hubo una crisis revolucionaria, que se manifestó con la existencia de un doble poder expresado en la plaza Tahrir y en el gobierno Mubarak. Esa crisis quedó clara cuando Mubarak y el imperialismo definieron una propuesta de apertura controlada, con la continuidad del gobierno hasta las elecciones de septiembre, lo cual fue rechazado por la plaza, ampliando las movilizaciones.
b- Hubo un cambio fundamental en el régimen: Mubarak antes gobernaba apoyado en las fuerzas armadas y en la represión directa. Ahora, existen amplias libertades democráticas y el gobierno militar tiene que negociar con la oposición los pasos a dar para las elecciones marcadas para noviembre.
El símbolo de ese cambio fue el hecho de que el ex primer ministro Essam Sharaf tuvo que ir la plaza Tahrir buscando legitimidad.
Por ello consideramos que el régimen anterior cayó y esto exige un ordenamiento particular de las consignas dentro del programa.
Antes, la consigna fundamental era la caída de la dictadura. Ahora debemos apuntar para un gobierno de los trabajadores, que al principio aún tendrá una forma propagandística porque el proceso recién se inicia.
En el marco de ese centro político, debemos levantar un programa de transición que incluya otro eje democrático. Este eje pasa por la libertad de los presos políticos; la destrucción de los aparatos represivos; el castigo a los torturadores; el rechazo a la reforma constitucional; por una Asamblea Nacional Constituyente, etc. Esas consignas democráticas tienen una enorme importancia, sólo cambian de jerarquía en la actual situación. El centro ahora es la lucha antiimperialista, contra Israel y por la apertura de la frontera de Gaza, defensa de las condiciones de vida de los trabajadores bregando por un aumento salarial inmediato, el fin del control militar y la defensa del control obrero de las empresas, por sindicatos libres, etc.
Todos estos ejes deben ser concretados en consignas que formen parte de un verdadero programa de acción para la revolución egipcia. Y nuestro programa debe estar dirigido contra el actual gobierno militar. Es muy importante atacar ese punto débil de la revolución egipcia, esa confianza que las masas aún tienen en los militares. Todos estos ejes llevan a los trabajadores y jóvenes a chocar con el actual gobierno militar. Y debemos explicar pacientemente que los militares no están al lado del pueblo egipcio, sino de Israel, de los EEUU y de lo queda del régimen anterior de Mubarak.
El caso egipcio, al igual que las elecciones recientes en Túnez y el plan del CNT en Libia para concretar las elecciones, muestra que el imperialismo está siendo obligado a utilizar también en esa región la táctica de la reacción democrática. Mantiene mientras puede el apoyo a las dictaduras, pero utiliza la reacción democrática para desviar y controlar el ascenso revolucionario cuando este escapa de su control.
Las contradicciones de la revolución
No obstante, la revolución engendró una fuerte contradicción: las masas que enfrentaron y acabaron con Mubarak mantuvieron ilusiones en el ejército egipcio, el mismo que fue el sustento del régimen por más de 50 años. Los militares consiguieron salir con prestigio popular debido a la forma como se dio la revolución, donde ellos aparecieron como neutrales frente al embate entre las masas y Mubarak, anticipándose y exigiendo la renuncia de Mubarak.
Los militares formaron un gobierno suyo que a su vez hizo un acuerdo con varios partidos preexistentes y con la Hermandad Musulmana, para la reforma ultra limitada de la Constitución En base a ese acuerdo promovió un referéndum. El apoyo mayoritario de la población a esa reforma expresó la contradicción entre la revolución en curso y las ilusiones en el nuevo gobierno y en el acuerdo con las fuerzas de oposición como la Hermandad musulmana que sustentan esa reforma.
Esa contradicción es un obstáculo para el avance de la revolución. Más aún con el paso de la Hermandad Musulmana hacia el campo del apoyo al nuevo gobierno. Sin embargo, a medida que los problemas estructurales continúan, además de la relación de dependencia estructural con los EUA, se coloca la perspectiva de un enfrentamiento entre la Junta Militar que asumió después de la caída de Mubarak y las aspiraciones de las masas.
Esto expresa una gran desconfianza en la juventud movilizada en relación al gobierno de la Junta Militar. Los últimos enfrentamientos entre Israel y los militares egipcios en la frontera de Sinaí, con la muerte de 5 soldados egipcios después de un ataque de grupos guerrilleros a las tropas israelíes, generaron una acción de vanguardia en la embajada de Israel que forzó la huida del embajador sionista en ese país y ante la cual el gobierno reaccionó con una represión durísima ejercida por la policía y el ejército egipcios. Sin embargo, la presión de las masas existe. No fue casualidad que el ex primer ministro Sharaf fue obligado a hablar de la revisión del tratado de paz con Israel después de los choques y la invasión de la embajada.
Está en marcha un proceso de organización independiente en el movimiento sindical y estudiantil. Independientemente de las confusiones, es un proceso que se va extendiendo tanto en el movimiento sindical y estudiantil. Ese proceso también tiende a entrar en confrontaciones con las restricciones del gobierno a las huelgas y libertades sindicales.
En Egipto está en curso una revolución socialista y antiimperialista inconsciente. Como la revolución sigue en curso, el proceso cada vez más apunta para un enfrentamiento entre las masas y el nuevo gobierno, que trata de reprimir las movilizaciones que se chocan con la explotación, con su relación estructural de dependencia del imperialismo y con sus acuerdos con el sionismo. La encrucijada que vive tiene como las demás revoluciones en el mundo árabe que enfrentar el problema de la organización independiente y la crisis de dirección revolucionaria.