En poco tiempo el gobierno Lula está provocando una enorme frustración en millares de activistas del Brasil y del mundo.

Sucede que las personas tienen memoria y recuerdan cuando Lula subía a las tribunas para atacar a los patrones y a sus gobiernos. ¿Quien se puede olvidar de las huelgas metalúrgicas de los años 1978 y 79, o de la campaña electoral del 82, cuando Lula decía: “patrón de la situación o patrón de la oposición es todo patrón”? Hoy Lula no sube a las tribunas obreras y cuando lo hace es para defender al gran capital.

Millares de activistas, fundamentalmente aquellos que confían en el potencial de los trabajadores, en la revolución y el socialismo, están atónitos con este cambio y buscan una explicación.

Una primera respuesta nos llevaría a decir que todo esto ocurre porque Lula nunca fue, ni se consideró, un dirigente revolucionario.

Sin embargo este argumento, aunque verdadero, pueden explicar, parcialmente, las actuales posiciones de Lula, pero: ¿Cómo explicar lo que ocurre con varios de sus mas directos colaboradores los cuales si se consideraban socialistas y revolucionarios?

José Genoino, el actual presidente del PT, fue preso y torturado por los militares por hacer parte de la guerrilla de Araguaia dirigida por el maoísta PCdoB del cual actualmente hace parte el ministro Aldo Rebelo . Después Genoino rompió con este partido para fundar uno mas de izquierda, el PRC, del cual también fue dirigente el ministro Tarso Genro. Los ministros Palocci y Gushiken hicieron parte durante muchos años del CORQUI, una organización trotskista internacional y como parte de ella se cansaron de decir que la única salida para el Brasil y el mundo era la revolución socialista. El ministro Rosetto (del Secretariado Unificado) reivindica la IV Internacional, el partido que León Trotsky fundó con la intención de darle un comando a la revolución mundial.

Dirigentes de la izquierda reformista, y de la izquierda revolucionaria, que apoyan o hacen parte de gobiernos burgueses no es una particularidad brasilera
Existen decenas de países en el mundo en donde se da esta situación Para sólo referirnos a América Latina basta ver la experiencia de Argentina, en donde una buena parte de la izquierda apoyó e integró el gobierno del ex presidente De la Rua. O podemos ver el caso de Venezuela en donde casi toda la izquierda está dividida entre los que apoyan al gobierno burgués de Chávez y los que hacen parte del frente burgués golpista financiado por los EE.UU., o también podríamos hablar del Perú en donde Toledo llegó al gobierno con el apoya de una buena parte de la izquierda, o de Bolivia en donde el presidente Mesa se mantiene en el gobierno gracias al apoyo del MAS, integrado por un buen número de dirigentes que hasta hace poco tiempo encabezaban la izquierda revolucionaria de ese país como es el caso de Filemón Escobar y Pablo Solón.

Con estos breves datos resulta evidente que los activistas no tienen sólo que descubrir que es lo que pasó con Lula sino: ¿que es lo que pasó con la izquierda? Porque una cosa es evidente: desde hace algunos años, fundamentalmente a partir de la caída del muro de Berlín, la izquierda en general y la izquierda revolucionaria en particular está irreconocible.

“Democracia” para enfrentar la revolución

Para entender este profundo cambio en la izquierda tenemos que tomar como referencia el año 1975. En ese año la principal potencia económica y militar del planeta, los EE.UU., fue derrotada por las masas de un pequeño país: Viet-Nam.
A partir de esa derrota el imperialismo americano no tuvo mas condiciones de enviar, en forma indiscriminada, a sus ejércitos a invadir cualquier país del mundo para enfrentar los procesos revolucionarios. Las masas de su propio país se lo impedían. Fue lo que se llamó el “síndrome de Viet-Nan”. Por otra parte las dictaduras militares se mostraban incapaces de contener el ascenso de las masas.
Frente a esta realidad el imperialismo americano se vio obligado a cambiar de política. Para mantener su dominación colonial y enfrentar los procesos revolucionarios dejó en un segundo plano los golpes de estado y las invasiones militares y pasó a utilizar el voto, los parlamentos, la legalización de los partidos, es decir el conjunto de las instituciones de la democracia burguesa. Fue una política de “reacción democrática”

Esta táctica del imperialismo, en la medida que era un intento de responder a la derrota de Viet-Nan y el ascenso revolucionario de las masas, era esencialmente defensiva pero en su desarrollo se transformó en ofensiva al convertirse en el principal instrumento de un feroz plan de recolonización que tuvo como su mas expresivo resultado la restauración del capitalismo en los ex estados obreros.
Esa política de “reacción democrática”, ya antes de la restauración del capitalismo en el Este europeo, hizo enormes estragos en la mayoría de las organizaciones de izquierda a nivel mundial.

La guerrilla sandinista, después de tomar el poder en Nicaragua, no expropió a la burguesía, por el contrario, por medio de los mecanismos de la democracia burguesa le entregó el poder a Violeta Chamorro y por esa vía se lo devolvió a la propia imperialismo; La guerrilla salvadoreña se integró a los “planes de Paz” y paró de luchar cuando tenía el control de 2/3 del país; la OLP, dirigida por Yasser Arafat, también en nombre de los “planes de paz” del imperialismo, abandonó definitivamente la lucha por la destrucción del Estado de Israel y la construcción de una Palestina laica y democrática; varios PCs de Europa y de otras partes del mundo (inclusive del Brasil) con un discurso “democrático” se transformaron en “eurocomunistas” que no fue otra cosa que iniciar un proceso de socialdemocratización buscando una mayor independencia del Kremlin y una mayor dependencia de los estados imperialistas europeos; en la ex URSS Gorvachov se convierte en un agente directo del imperialismo, da pasos decisivos en dirección a la restauración del capitalismo y, con un discurso democratizante, gana la simpatía de una buena parte de la izquierda revolucionaria. Por fin en el Brasil la misma izquierda que en forma heroica había enfrentado a la dictadura, con la caía de esta, comienza a ser incorporada al régimen. Miles de activistas surgidos en las luchas contra la dictadura dejan las fábricas, los bancos, las escuelas y el trabajo rural para tornarse diputados, senadores, concejales, alcaldes, dirigentes de los aparatos sindicales o asesores de todo tipo. De esa forma, poco a poco, el imperialismo, vía el PT, consigue ir domesticando a la mayoría de la izquierda brasilera.

Este conjunto de hechos muestran que vieja izquierda antiimperialista capitulaba, vía la reacción democrática, directamente al imperialismo y esta situación habría de pegar un salto cualitativo con la restauración del capitalismo en los ex estados obreros.

Un vendaval oportunista

La restauración del capitalismo, en la mayoría de los casos, no vino de la mano de golpes contrarrevolucionarios sino de las instituciones de la democracia burguesa. Eso dio bases objetivas a la campaña ideológica del imperialismo que intentaba mostrar la superioridad del capitalismo sobre el socialismo y, mas concretamente, la superioridad de la “democracia como valor universal” sobre las “dictaduras“, sean estas burguesas o proletarias. Estas ideas llenaron de entusiasmo a los reformistas y también a muchos revolucionarios que de un día para otro descubrieron que las diferencias entre los reformistas y los revolucionarios eran cosas del pasado y de lo que se trataba era de construir nuevos partidos con los “reformistas honestos”. En otras palabras estos “revolucionarios”, entre los que se destaca a nivel internacional el Secretariado Unificado (Democracia Socialista en el Brasil) se habían vuelto reformistas.

El marxismo en general, y Lenin en particular, supo demostrar que todo estado tiene un carácter de clase y que todo estado capitalista, aunque tenga formas democráticas burguesas, es una dictadura y mas aún que el estado de los obreros también será una dictadura sólo que de la amplia mayoría de la población contra la minoría privilegiada. Pero esta gran verdad que la historia se encargó de confirmar una y otra vez (véase la reciente experiencia boliviana con mas 80 asesinados por la “democracia”) siempre fue ocultada por la burguesía que intentó demostrar que su “democracia” no era una dictadura sino el “gobierno del pueblo”.
La izquierda revolucionaria, en el pasado, siempre denunció la farsa de la democracia burguesa y contra ella defendió al estado de los obreros y el pueblo, es decir la dictadura del proletariado, sin embargo a partir de la restauración del capitalismo, la mayoría de ella, también descubrió el “valor universal de la democracia” y comenzó a hacer lo que los reformistas vienen haciendo hace decenas de años: Intentar hacer algunas pocas reformas al estado capitalista y dejar el socialismo para buenos discursos en los días de fiestas. En otras palabras, la amplia mayoría de la izquierda revolucionaria (o ex revolucionaria) sacó una conclusión fundamental: la clase obrera no podía, o no debía tomar el poder.

Gorriarán Merlo, que fue uno de los máximos dirigente de una de las mas importantes organizaciones guerrilleras de América Latina, el ERP argentino, que se hizo famoso por haber asesinado al ex-presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza y por haber dirigido en su país la ocupación al cuartel de La Tablada resumió, en pocas palabras, el pensamiento de la mayoría de la ex-izquierda revolucionaria en el marco de la reacción democrática y la restauración del capitalismo.

“Visto desde la óptica del movimiento revolucionario, el propósito era tomar el poder para sumarnos al bloque socialista, que considerábamos cercanos a nuestros principios. Y el método de lucha, al estar coartadas las posibilidades electorales, consistía en la utilización de todas las formas de resistencia, incluso la armada.
Dicho período terminó entre fines de los 80 y principio de los 90, con el desplome del Este europeo“.

Después de la restauración del capitalismo en los ex-estados obreros una buena parte de los activistas de izquierda abandonó la militancia pero los que se mantuvieron activos, en la mayoría de los casos, comenzaron a buscar nuevos rumbos y en general, dado que no se podía pensar en el poder, la única política “realista“ era intentar reformar el estado burgués y sus instituciones por la vía electoral. Nacía así un neoreformismo (sin reformas) que habría de tener su expresión organizativa en miles de ONGs, en una serie de partidos revolucionarios transformados en aparatos electorales y, al frente de todo eso, en los grandes Foros Social Mundial que descubrieron que, sin hacer la revolución socialista, “un otro mundo es posible.

Para justificar el abandono de las posiciones revolucionarias mas elementales se fueron construyendo, o reviviendo, todo tipo de ideologías. Así las viejas consignas que iluminaron la revolución burguesa: “Libertad, igualdad y fraternidad“ fueron glorificadas por todo tipo de ex guerrilleros, ex estalinistas y también, lamentablemente, por miles de ex trotskistas y ellas sirvieron, y están sirviendo, para justificar las mas grandes traiciones como son la participación de la izquierda revolucionaria en gobiernos capitalistas. Esta presión de la reacción democrática es tan grande que a ella sucumben incluso sectores de la izquierda revolucionaria que no apoyan a esos gobiernos capitalistas.
Por ejemplo en la Argentina una importante organización que se reivindica trotskista, el MST, ha venido enfrentando a todos los gobiernos burgueses sin embargo esto no le ha impedido enfrentarse con mucha fuerza a las masas cuando estas se niegan a ir a votar. Es que para estos sectores cuando las elecciones están amenazadas sienten que el piso desaparece debajo de sus pies. Nadie puede dudar que se trata de sectores de izquierda, pero no van mas allá de ser la izquierda del régimen.

En el Brasil los “radicales” del PT rompieron con el partido y enfrentan al gobierno sin embargo este sector, compuesto en su mayoría por gente que se reivindica socialistas y revolucionarios, no consiguen romper con el régimen por eso han decidido construir un partido junto con los “reformistas honestos”. Esto, que sería impensable hace 20 atrás, se transformó casi que en una rutina después de la restauración del capitalismo en los ex-estados obreros y tiene que ver justamente con el abandono, por parte de estos sectores, de la lucha por la revolución socialista y el poder de los trabajadores.

Sin embargo, a pesar de la negativa de estos sectores a luchar por el poder, el problema del poder se coloca, en mas de una oportunidad, al orden del día: Ecuador, Argentina, Bolivia… y frente a esta situación, en la mayoría de los casos, estos sectores se ven obligado a dar una respuesta en este terreno. Sólo que, coherentes con su estrategia, nunca es una respuesta de clase: siempre es en el terreno del régimen: elecciones o, en la mejor de las hipótesis: elecciones para Asamblea Constituyente.

En síntesis a partir la restauración capitalista de los ex-estados obreros, un vendaval oportunista arrasó a toda la izquierda, reformista y revolucionaria.

Las perspectivas

Seguramente muchos activistas, frustrados con las traiciones de Lula y de los dirigentes de izquierda que lo acompañan se estarán preguntando: ¿Hay posibilidades que esta situación cambie? ¿Cuándo llegue el ascenso de las masas no es posible que estos dirigentes se pongan a la cabeza de la lucha revolucionaria para dirigirla hasta la victoria? Aún ha riesgo de crear una nueva frustración es necesario ser categóricos. No hay ninguna posibilidad que esto ocurra. Mas aún si explota la revolución brasilera lo que veremos de parte de estos dirigentes serán mas y no menos traiciones. Esto es, por otra parte, lo que ya estamos viendo en la Argentina y en Bolivia.

Todo esto ocurre porque no se trata de revolucionarios confundidos. Por el contrario se trata de sectores ganados por el régimen capitalista a partir de los privilegios materiales que este les otorga y el marxismo, con mucha razón, nos enseñó que ninguna clase o sector social renuncia a sus privilegios.

Esta generación de ex- revolucionarios representada en los Dirceus, en los Genoinos o en los Paloccis es una generación de dirigentes definitivamente perdida para la revolución. Sin embargo esta conclusión no nos lleva a ser pesimista porque en el Brasil, como en el resto del mundo, existen varios miles de revolucionarios que prefirieron quedarse fieles a su clase antes que aceptar las migajas del poder burgués. Son muchos los que están activos, otros están cansados, pero ni estos ni aquellos se corrompieron. Por otra parte la revolución brasilera que se incuba posibilitará (de hecho ya lo está haciendo) el surgimiento de una nueva generación de luchadores que sabrán ponerse a la cabeza de los nuevos acontecimientos. De lo que se trata es de batallar para que estas dos generaciones se encuentren. En ese sentido sólo nos resta repetir la afirmación del viejo Trotsky: “Solamente el fresco entusiasmo y el espíritu ofensivo de la juventud pueden garantizar los primeros sucesos en la lucha; solamente esos sucesos harán volver a la vía de la revolución a los mejores elementos de la vieja generación. Fue siempre así y continuará siendo así… Abajo el burocratismo y el carrerismo! Lugar a la juventud! Lugar a las mujeres trabajadoras!”

* Martín Hernández es miembro de la dirección de la LIT (CI) Liga Internacional de los Trabajadores

Un vendaval oportunista recorre el mundo (parte II)