“Massacre no Egito: Os militares não atacam apenas a reacionária Irmandade Muçulmana, mas todo o povo”

El pueblo egipcio viene protagonizando una poderosa revolución desde 2011. La fuerza de la movilización popular, en un primer momento, derrocó al dictador Mubarak. Este hecho, aunque no destruyó el régimen militar, significó una gran victoria del pueblo y un duro golpe a la cúpula de las Fuerzas Armadas, pues cayó un gobierno suyo. Pero también fue un golpe para la Hermandad Musulmana, que al momento de estallar las movilizaciones de masas tenía un acuerdo con el propio Mubarak para que su hijo, Gamal, lo sucediese en el poder y así mantener la continuidad del régimen, en el cual la Hermandad sería la “oposición tolerada”.

Cuando la caída de Mubarak, los militares consiguieron maniobrar y evitar aparecer con su verdadero rostro contrarrevolucionario, pues, en lugar de reprimir a las masas, se reubicaron a último momento y le exigieron la renuncia a Mubarak (con el criterio de cambiar un fusible quemado) y, de esta forma, pudieron salir de la crisis con importante prestigio entre el pueblo. A su vez, la Hermandad hizo un movimiento similar. En el marco de un crecimiento colosal de la movilización popular, continuar  los acuerdos con  Mubarak pasó a tener poco sentido y se sumaron (también a último minuto y de forma hipócrita) a las movilizaciones. Esto también les dio prestigio ante un sector de las masas, lo cual capitalizaron después ganando las elecciones y asumiendo el gobierno, eso sí, con el beneplácito y después de pactar con las FFAA la preservación del régimen militar.

En un segundo momento de la revolución, realizada la experiencia con el desastroso gobierno neoliberal y bonapartista-teocrático de la Hermandad, las masas se movilizaron y derrocaron a Morsi, a quien incluso llamaban “el nuevo Mubarak” o “el nuevo Faraón”. Solo que Morsi, a diferencia de Mubarak, se negó a renunciar y esto llevó a los militares, obligados por la movilización de las masas, a realizar un golpe para sacarlo del poder. A pesar de esta contradicción, la caída de Morsi se configura como otra gran conquista de las masas y un nuevo golpe al régimen, que perdió a su segundo gobierno en dos años y medio a partir de la movilización popular.

A partir de allí, la Hermandad Musulmana salió a las calles a enfrentar a las masas, que con su acción revolucionaria habían derrocado a Morsi, y al Ejército con la intención de reinstalar a Morsi en el gobierno. Esta movilización de la Hermandad, como hemos explicado en otras declaraciones, tiene un carácter completamente contrarrevolucionario.

El Ejército, apoyándose en el gran prestigio que ganó en la población por haber derrocado a Morsi y en el odio de esta hacia la Hermandad Musulmana, comenzó a desatar una represión desenfrenada y completamente desproporcional contra los militantes de la Hermandad.

En seis semanas, en diferentes momentos y circunstancia, mató a por lo menos 300 activistas de la Hermandad  y ahora culminó, en el despeje de los campamentos de esa organización en El Cairo, con la muerte 638  personas, según el propio gobierno interino. La Hermandad Musulmana eleva la cifra de fallecidos a 4.500 y la de heridos a 10.000.

Aparentemente, los únicos destinatarios de esta furia represiva de las FFAA egipcias serían los partidarios de Hermandad Musulmana y de Morsi. Pero, quien piense así, se equivoca.

Si la represión fuese solamente contra la Hermandad Musulmana, no sería necesario un baño de sangre como el que perpetró el Ejército. Bastaría con arrestos masivos o, como mínimo de toda su cúpula. Tampoco sería necesario declarar un estado de emergencia (de sitio) ni un toque de queda, pues sería suficiente ilegalizar a la Hermandad. El estado de sitio y el toque de queda, así como la restitución del siniestro Departamento de Investigación de Subversión Política del ministerio del Interior, el decreto que autoriza a los militares a detener civiles o la persecución a los sirios y el cierre “por tiempo indefinido” de la frontera con Gaza, son la demostración de que la represión no está restricta a la Hermandad sino que afecta a todo el movimiento de masas. Porque el estado de sitio, por ejemplo,  afecta a todos aquellos que quieran movilizarse, inclusive contra la Hermandad. Esto se ve, también, en la represión a la reciente huelga de los obreros en Suez.

El Ejército, entonces, intenta valerse del prestigio ganado por haber dado el golpe de gracia contra la reaccionaria Hermandad, para pasar un mensaje al conjunto de la población: esto es lo que os espera si cuestionan la autoridad de las Fuerzas Armadas.

Es decir, a partir de que consiguió usurpar el triunfo de las masas, usa la represión a la Hermandad (que no es mal vista por la mayoría de las masas), para avanzar en un plan contrarrevolucionario que es recuperar el terreno perdido en cuanto a las conquistas democráticas que el pueblo obtuvo en todo este tiempo que va desde la caída de Mubarak.

Por su parte la Hermandad Musulmana también utiliza la represión para ir en contra del movimiento de masas. En primer lugar usa a sus seguidores como carne de cañón, pues no se tienen noticias de algún dirigente importante que haya muerto o sufrido la brutal represión militar-policial. En segundo lugar porque, a partir de su lucha contrarrevolucionaria para que Morsi vuelva al poder, orienta sus fuerzas contra minorías como los cristianos coptos. En estos días, con sus bandas fascistoides, han atacado e incendiado varias iglesias cristianas, con lo cual demuestran, una vez más, el carácter reaccionario teocrático-confesional de su proyecto político.

Ante este enfrentamiento, ni el Ejército ni la Hermandad merecen la más mínima confianza y apoyo. Ambos son dos caras de la misma estrategia: derrotar a la revolución. Ambos son sectores contrarrevolucionarios, que orientan sus fuerzas contra el movimiento de masas y sostienen un régimen militar que impera desde 1952.

¿La revolución ya fue derrotada?
Ante el golpe militar y las matanzas que el Ejército ejecuta, muchos activistas y militantes de izquierda, dentro y fuera de Egipto, se preguntan justificadamente si la revolución ya no fue derrotada.

Desde la LIT-CI no vemos, en el proceso actual, una derrota de la revolución. Al contrario, estamos presenciando una tremenda revolución, sin dudas la más poderosa que la historia de Egipto conoció. Ahora, dentro de esta colosal revolución, como en toda revolución, actúa la contrarrevolución. En este sentido, tanto el intento de la Hermandad para retomar el gobierno, como las masacres y las medidas bonapartistas de los militares son intentos para derrotar a la revolución.

Si estos intentos contrarrevolucionarios, aun en su fase inicial, serán victoriosos o no, dependerá de la lucha de clases. Serán las masas egipcias, con su movilización, las que dirán la última palabra. Será ese pueblo que derrocó a Mubarak y a Morsi el que dirá si dará o no un “cheque en blanco” a los militares, si admitirán o no que las FFAA vayan retomando el terreno perdido y arrancando las conquistas democráticas que las masas conquistaron hasta ahora. Será el pueblo egipcio el que, cuando este nuevo gobierno controlado por los militares no consiga responder a las demandas económicas acuciantes, el que decida si lo enfrenta o no. Por ahora, no existen motivos para pensar que el pueblo se quedará cruzado de brazos. Podrá ser derrotado, como ocurrió innumerables veces en la historia, pero difícilmente esto ocurrirá sin lucha.

Las masas egipcias no han sido derrotadas ni mucho menos. Se sienten victoriosas y el Ejército, la Hermandad y el conjunto de la burguesía y el imperialismo están conscientes de eso. Saben que, para volver al punto de antes de la caída de Mubarak, deberán infligir una dura derrota al pueblo egipcio. Y esto aún está por verse.

¡Abajo el plan contrarrevolucionario del Ejército y la Hermandad!
En Egipto, la tarea central e inmediata es enfrentar las medidas del nuevo gobierno. En este marco, es necesario levantar las consignas de ¡Ninguna confianza al nuevo gobierno títere de los militares y el imperialismo!; ¡Fin inmediato del estado de sitio y al toque de queda!; ¡No a los plenos poderes del gobierno y a la autorización para que los militares arresten y juzguen civiles!; ¡Plenas libertades democráticas, de expresión y organización!; ¡Abajo el régimen militar represivo y servil del imperialismo e Israel!; ¡Castigo a todos los crímenes de los militares, de Mubarak y de Morsi! ¡Elecciones inmediatas para la Asamblea Constituyente libre y Soberana, sin participación de militares ni de la Hermandad!

Al mismo tiempo en que condenamos la matanza del Ejército y todas las medidas bonapartistas que toman valiéndose del prestigio ganado por haber destituido a Morsi, es necesario decir que con claridad: ¡No a la vuelta de Morsi! ¡No a las movilizaciones contrarrevolucionarias y confesionales de la Hermandad! ¡Ningún derecho democrático ni de expresión para la Hermandad y sus líderes políticos mientras se movilicen por el retorno de Morsi! ¡Completo respeto y libertad religiosa para el pueblo!

Para avanzar en estas tareas que el proceso revolucionario plantea, es fundamental seguir con las movilizaciones de masas, con la ocupación de plazas, con las huelgas, con la reorganización del movimiento obrero, con la lucha en general. Pero esta lucha debe ser completamente independiente tanto del Ejército y su nuevo gobierno como de la Hermandad Musulmana; debe ser una lucha contra el gobierno y contra el régimen militar de conjunto. Y, al calor de este combate, se muestra cada vez más urgente la necesidad de ir construyendo y forjando una dirección socialista revolucionaria, internacionalista y obrera, que pueda conducir toda la inmensa energía revolucionaria de las masas hacia la toma del poder de la clase obrera y el pueblo egipcios y la construcción del socialismo a nivel nacional e internacional.

¡Abajo el estado de sitio y todas las medidas antidemocráticas!

¡No al vuelta de Morsi y rechazo a las movilizaciones de la Hermandad!

¡Ninguna confianza en el nuevo gobierno!

¡Abajo el régimen militar y pro-imperialista!

¡Elecciones inmediatas para la Asamblea Constituyente libre y Soberana, sin participación de militares ni de la Hermandad, que asuma el poder!

 

Secretariado Internacional de la LIT-CI

São Paulo, 15 de agosto de 2013